miércoles, 5 de junio de 2013

Declaración de intenciones de demonios en carne y alma

Escandalizaría al propio Satán después de contarle mis pecados. Es tanta mi falta de pudor que hasta los ángeles se sentirían contaminados. Soy tan humano y tan imperfecto, tan naturalmente malvado, tan retorcido. Siempre realizado y nunca reprimido. Todos los errores, yo los cometo y a ninguna atadura le tuve respeto. Y juro y perjuro, que mientras viva y respire, cargaré mis pecados según yo lo estime. Según me convenga, según yo me entienda, según me redima, según me arrepienta, según me dé el día, o me de la noche, según los vestigios de mi conciencia. Pero como conciencia, jamás me sobra, sabed de antemano, que mi maldad desborda. Que por mucho que gimáis, por mucho que lloréis, esta confesión mía, es de una mente que desvaría; y que como yo, las mentes enfermas no entienden de empatía, ni atienden a ruegos ni a perdonar ¡qué ironía! Porque perdonar a quien como vos, afrenta al mundo con su existencia, y a los dioses incita a la resignada indolencia, perdonaros a vos sí que es pecado, más del que yo cometo si con vuestra vida acabo. Y acabaré sin alagar más la espera, y sin pensarlo si quiera, pues me carcomen las ganas y soy maldad pura. Cargaré con mi cruz, y vos con la vuestra. Iremos al infierno, pero sólo vuestro cuerpo arderá. Porque yo soy sufrimiento, yo soy veneno, soy el condenado pero nunca escarmiento, el mal más grande, la perversión en carne, el fuego, la yesca, la brasa, la sangre. Mi cruz no me pesa, más bien me da alas, y los que me joden acusan la venganza. Pues si conmigo no juegas, menos aún ganas. Aquí solo pierdes, de este mal no se escapa.