En un momento le vi la enfermedad al árbol: tenía orugas.
Pero no estaba triste. Crecía alto, cada día más alto, sin echarlas de sus
ramas. Si la naturaleza fuese perfecta, sólo existiría la vida. Pero la muerte
acecha todos los días. Unas vidas atentan contra las otras. Y aunque el árbol tiene orugas, crece, alto, cada día
más alto, hasta que ellas le ahoguen un día... lejano.