miércoles, 13 de agosto de 2014

La bestia peluda

Con los ojos llenos de líquido, me observa desde su jaula. Le ruge la tripa, pero su alma permanece callada, cansada de buscar escurrideros entre los barrotes. Su estómago se contrae, espasmódico, hace mucho que no tiene nada con lo que trabajar. Tiene reservas, únicamente, para alzar su enorme cabeza hacia mí, desproporcionada con aquel cuerpo escuálido, que hace tiempo que no parece suyo. Quiero llorar. Quiero salvarle. Quiero abrir la jaula, acariciar su pelaje lacio y darle de comer. Servirme en bandeja, si hace falta, en pago por lo que le han hecho. Darle las fuerzas para que salga, para que la venganza de la naturaleza se cobre tu parte, degüelle a todos sus maltratadores, y marche de nuevo hacia la selva. De donde nunca debió salir.