Vencer a la inercia es uno de los problemas más grandes de
mi vida. Las ganas de no hacer nada, la culpabilidad placentera que supone
perder el tiempo y tener a tu conciencia susurrándote al oído que no estás
aprovechando tu tiempo. Pero tengo que superarla porque si no, al poco rato de sentirme inerte tengo ganas de caminar directa al ataúd, para ahorrarle a la
muerte el trabajo que supone venir a buscarme. La inercia y la muerte son muy
parecidas. O deben de serlo. Ninguna señal en tu encefalograma. Los gusanos
vienen a por ti. Que me incineren. Ningún gusano grasiento y lascivo se va a
comer mis vísceras, son la única cosa que poseo. Prefiero las cenizas. Y si algún día soy
parte de un gusano, que no sea porque se haya enroscado a través de mi nariz
para comerme el cerebro.