Está
formada por varias partes, cuyos nombres técnicos y funciones (complicadas para
los inexpertos) contrastan con el fácil uso del conjunto, dejando de lado la
obviedad de que saber disparar no significa saber acertar. Entre sus partes más
reconocibles encontramos el cargador, que contiene las balas (en el caso de la
pistola analizada, las usuales balas han sido sustituidas por inofensivos balines)
las cuales son en realidad la razón por la cual existe la pistola, que se
encarga de dispararlas. Este cargador se introduce dentro de la culata, donde
los balines irán a situarse más cerca del cañón por el cual saldrán proyectados
fuera del arma, una vez sea accionado el disparador.
Es un
objeto grosero, pues está preparado para intimidar a otros. No es el objeto en
sí lo que da miedo sino lo que se puede hacer con él, lo cual a efectos
psicológicos al consumidor le resultará extremadamente útil. En la industria de
las armas, no es relevante el exterior, puesto que es una consecuencia del
montaje de todas sus piezas. Estas están preparadas para lanzar lo que guarda
el interior: el proyectil. Es efectivamente, un balín grosero, inmoral, pequeño
y entrometido. Busca introducirse en otros cuerpos, ajenos al del dueño,
invalidando las funciones vitales. O en el cuerpo del usuario, todo depende de
las intenciones del que sostenga el artilugio. Es un pequeño objeto complicado,
quizás demasiado pesado, igual de pesado que sus intenciones. Tiene muchos
hermanos y hermanas en el mercado, con la misma función y características
diferentes, unas más y otras menos letales, para entretenerse (como podrían ser
las de airsoft) para practicar puntería, o para lo que en definitiva están
hechas: infligir daño.
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