Estoy
recordando un día de pequeñita, que empecé a decir mentiras, y estuve el día
entero contando mentiras por el colegio, hasta que comencé a sentirme mal. Todas
mis compañeras empezaron a emocionarse con un proyecto infantil que yo “había
hecho” y que en realidad no existía. Al final del día me encontraba fatal, pero
no tuve valor para desmentir nada. Todo se olvidó al día siguiente, o sino al
otro, ya no me acuerdo. No volvimos a hablar del tema. Y yo desarrollé tan
estúpido trauma que decidí no decir mentiras nunca más.
A
partir de ahí, me es muy difícil mentir. Y las verdades me cuestan también, así
que ¿qué digo cuando hablo? ¿Medias verdades? ¿Ambigüedades? La ambigüedad es
complicada, desconcertante. Ojalá pudiese ser simple, como antes, y decidir si
quiero decir mentiras o no, pero decidir, coño.
No hay que tomarme en cuenta estos escritos,
solo soy así a veces... o no.
0 comentarios:
Publicar un comentario