lunes, 28 de enero de 2013

Decisiones


Estoy recordando un día de pequeñita, que empecé a decir mentiras, y estuve el día entero contando mentiras por el colegio, hasta que comencé a sentirme mal. Todas mis compañeras empezaron a emocionarse con un proyecto infantil que yo “había hecho” y que en realidad no existía. Al final del día me encontraba fatal, pero no tuve valor para desmentir nada. Todo se olvidó al día siguiente, o sino al otro, ya no me acuerdo. No volvimos a hablar del tema. Y yo desarrollé tan estúpido trauma que decidí no decir mentiras nunca más.

A partir de ahí, me es muy difícil mentir. Y las verdades me cuestan también, así que ¿qué digo cuando hablo? ¿Medias verdades? ¿Ambigüedades? La ambigüedad es complicada, desconcertante. Ojalá pudiese ser simple, como antes, y decidir si quiero decir mentiras o no, pero decidir, coño.

No hay que tomarme en cuenta estos escritos,
solo soy así a veces... o no. 

0 comentarios:

Publicar un comentario