jueves, 3 de enero de 2013

La halitosis de las rosas

Nada es perfecto, por supuesto, solía repetirse Oz, nada lo es. Pero entonces ¿qué tenía ella que le parecía perfecta? Según sus principios no podía ser, pero lo era: Su novia lo era, era perfecta. Y como aquello era imposible, Oz, en su empeño, logró encontrarle un defecto. Le olía el aliento. En realidad no era tan exagerado, simplemente no olía a rosas, pero Oz, en su terquedad, consiguió convertir ese pequeño defecto de la encantadora criatura en algo terrible y sin remedio: una halitosis monstruosa, que según él resucitaba a los muertos. Esa pequeña cosa hizo que una chica preciosa pasase a ser un monstruo. Y él la quería, la quería de verdad, pero en su película, empezó a darle asco besarla, y en donde no hay besos es que algo falla. Ella lo notaba, por supuesto, y trataba de averiguar qué pasaba, sin que él le revelase nada. Y Oz, mientras tanto, no sabía cómo decirle que la quería muchísimo, pero que le olía el aliento, que por favor se lavase los dientes.

Dedicado a la falta de sinceridad del ser humano

0 comentarios:

Publicar un comentario