domingo, 19 de mayo de 2013

Ritual


Entonces tomó las hierbas que le ofrecían. Sabían amargas y dulces, y después picaban. Era un sabor tan desconcertante que resultaba indescriptible. Al poco tiempo se hicieron presentes los efectos secundarios, y el cosquilleo de la anestesia recorrió todo su cuerpo. Y dijo las palabras malditas, las palabras sin retorno, y se selló un juramento en su corazón y frente a todas las personas que eran testigos. “¡Yo nunca seré madre, nunca me casaré y nunca sentiré amor hacia ningún hombre!”. Todos la aclamaron con aullidos y aplausos, se cerró el círculo de las venganzas y murió por fin el atardecer. Esa noche la iniciada no pudo dormir, y ninguna otra. Cuidado con lo que juras.

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